La alta costura de París se debate entre dos mundos. El vestido de noche perfectamente rematado y que se repite como un eterno "déjà vu" sobre la pasarela, o un ecosistema experimental en el que todo vale para abrir nuevos y desconocidos caminos.
Chanel, Schiaparrelli, Giambatista Valli y Versace, hilvanaron sus propuestas al paso de la primera opción, mientras que Azzaro, Viktor And Rolf o Dior, concibieron esta propuesta como un campo experimental con el que descubrir nuevos caminos.
CHANEL, HAGAN SUS APUESTAS
Con la habilidad de un prestidigitador, Chanel transforma el Gran Palais con cada uno de sus desfiles. Una mutación predecible, no por ello menos sorprendente, que este año ha recreado un evocador casino en el que el octogenario Lagerfeld ha apostado por plumas de avestruz, perlas y, su mejor carta, al tweed.
Kendall Jenner, del clan Kardashian, fue la encargada de capitanear a un ejército de modelos enfundadas en chaquetas, por la cintura y ajustadas al cuerpo, o largas y con solapas al revés: acompañados por faldas de tubo por encima de la rodilla.
La firma francesa recurrió a impresoras en 3D para confeccionar una fina rejilla rígida que le permitió construir estructuradas chaquetas con detalles de pedrería y generar nuevas texturas que hacen evolucionar su icónico traje de "tweed".
Las actrices Kristen Stewart, Julianne Moore o Geraldine Chaplin, las cantantes Rita Ora y Vanessa Paradis, y la modelo Lara Stone irrumpieron en la sala, nada más comenzar el desfile, para apostar su mejor jugada por el estilo y la doble C, de la casa francesa.
AZZARO, SURREALISMO DISCO
El dúo hispano-francés, Álvaro Castejón y Arnaud Maillard, prefirieron ofrecer una peculiar visión sobre el ambiente del Studio 54 de Nueva York y la obra de Dalí. "La colección surgió después de ver una imagen de Amanda Lear y Salvador Dalí", precisó Maillard a Efe.
De esta bizarra pareja surgieron estampados bordados con orquídeas, peonias, lirios o dalias; entramados de paralelas y una serie de sinuosas incrustaciones de cristales, que ya defendió hace décadas el fundador de la firma, Loris Azzaro, y que tapizaron un "prenda-joya" formada por 50.000 brillos.
"Es mucho trabajo, eso es la costura", reconoció Castejón, la mitad de un tándem que hizo un exhaustivo ejercicio de patronaje con prendas formadas por hasta 90 piezas distintas.
DIOR DECONSTRUIDO
Kendall Jenner, del clan Kardashian, fue la encargada de capitanear a un ejército de modelos enfundadas en chaquetas, por la cintura y ajustadas al cuerpo, o largas y con solapas al revés: acompañados por faldas de tubo por encima de la rodilla.
La firma francesa recurrió a impresoras en 3D para confeccionar una fina rejilla rígida que le permitió construir estructuradas chaquetas con detalles de pedrería y generar nuevas texturas que hacen evolucionar su icónico traje de "tweed".
Las actrices Kristen Stewart, Julianne Moore o Geraldine Chaplin, las cantantes Rita Ora y Vanessa Paradis, y la modelo Lara Stone irrumpieron en la sala, nada más comenzar el desfile, para apostar su mejor jugada por el estilo y la doble C, de la casa francesa.
AZZARO, SURREALISMO DISCO
El dúo hispano-francés, Álvaro Castejón y Arnaud Maillard, prefirieron ofrecer una peculiar visión sobre el ambiente del Studio 54 de Nueva York y la obra de Dalí. "La colección surgió después de ver una imagen de Amanda Lear y Salvador Dalí", precisó Maillard a Efe.
De esta bizarra pareja surgieron estampados bordados con orquídeas, peonias, lirios o dalias; entramados de paralelas y una serie de sinuosas incrustaciones de cristales, que ya defendió hace décadas el fundador de la firma, Loris Azzaro, y que tapizaron un "prenda-joya" formada por 50.000 brillos.
"Es mucho trabajo, eso es la costura", reconoció Castejón, la mitad de un tándem que hizo un exhaustivo ejercicio de patronaje con prendas formadas por hasta 90 piezas distintas.
DIOR DECONSTRUIDO
Raf Simons está decidido a dejar su impronta en el ADN de Dior, pero sin renunciar a la herencia de la "maison" francesa. Su pasado conceptual asoma cada vez con más fuerza en sus propuestas y la alta costura se ha convertido en su perfecto laboratorio de pruebas, de corte experimental.
"La inspiración original de la colección surge de los maestros flamencos y de su visión de la pintura", explicó el modisto belga, a quien le atraía explorar "la tensión entre un lujo que se critica y que se anhela al mismo tiempo".
La capa de la Baja Edad Media se transformó bajo la mirada del diseñador belga en un largo abrigo, una pieza que más adelante armó con neopreno rosa o cachemir caqui oscuro, y una única manga de pelo que se abría progresivamente.
En una reflexión a través de los siglos y del pincel, Simons pintó a mano los vestidos y llegó a crear ese mismo efecto con pequeñas plumas en una propuesta que no renunció a la silueta del fundador de la casa francesa, ajustada a la cintura y con largo por debajo de la rodilla.
VERSACE FLORECE
"La inspiración original de la colección surge de los maestros flamencos y de su visión de la pintura", explicó el modisto belga, a quien le atraía explorar "la tensión entre un lujo que se critica y que se anhela al mismo tiempo".
La capa de la Baja Edad Media se transformó bajo la mirada del diseñador belga en un largo abrigo, una pieza que más adelante armó con neopreno rosa o cachemir caqui oscuro, y una única manga de pelo que se abría progresivamente.
En una reflexión a través de los siglos y del pincel, Simons pintó a mano los vestidos y llegó a crear ese mismo efecto con pequeñas plumas en una propuesta que no renunció a la silueta del fundador de la casa francesa, ajustada a la cintura y con largo por debajo de la rodilla.
VERSACE FLORECE
A pesar de que se trata de una colección pensada para el otoño-invierno, Donatella Versace ha trasladado su imaginario a una evocadora primavera en la que las flores brotan de sensuales vestidos de noche y en el que las modelos han desfilado por una alfombra formada por 25.000 flores.
La diseñadora ha optado por una evocadora paleta de tonos pastel, en tonos agua y verdes extraídos de la naturaleza, como el hilo conductor de una colección que marcada por las asimetrías, las transparencias e incluso a los volúmenes.
Caóticas tiras entrecruzadas han retratado el desorden de la maleza dando lugar a drapeados, que ondean hacia el suelo en vuelos de chifón. Como la hiedra que se va abriendo camino, las flores de tela fueron rodeando el cuerpo, en descenso por la manga, para unir dos partes de una misma prenda, subir por el escote o coronar la cabeza.
Este ímpetu también fructificó en una rica muestra de encaje y en un intruso guipur, así como en fluidos vestidos de capas de desdén deshilachado, frente a las estrictas retículas de celosía en los corpiños.
GAULTIER Y SU FOLCLORE
El folclore y sus vestimentas tradicionales son, a primera vista, la antítesis de la ultramoderna pasarela, pero el ingenio de Gaultier ha conseguido reinventar los trajes regionales con una fuerte dosis de modernidad y aderezado por el "chic" parisino.
"Mi objetivo no era hacer una copia, sino hacerlo a mi manera", detalló el excéntrico creador tras un desfile cerraron las gaitas de una banda bretona.
Terciopelo negro, bordados geométricos y amarillo con tono mostaza, vertebraron una propuesta en la que Gaultier recordó las dulces crepes -típico dulce de Bretaña-, para alumbrar unas faldas compuestas por la unión de dos circunferencias que alcanzaron su máxima expresión en una prenda en origami.
Las rayas marineras encontraron su mejor escenario y aterrizaron sobre protagonistas medias "ochenteras" en una colección de abrigos y gorros para el agua.
El diseñador, que ha abandonado las pasarelas tradicionales, y desde el año pasado concentra su actividad creativa en la pasarela de alta costura, cree que fue una buena decisión. "Estoy muy contento porque puedo implicarme más en lo que hago", señaló.
La diseñadora ha optado por una evocadora paleta de tonos pastel, en tonos agua y verdes extraídos de la naturaleza, como el hilo conductor de una colección que marcada por las asimetrías, las transparencias e incluso a los volúmenes.
Caóticas tiras entrecruzadas han retratado el desorden de la maleza dando lugar a drapeados, que ondean hacia el suelo en vuelos de chifón. Como la hiedra que se va abriendo camino, las flores de tela fueron rodeando el cuerpo, en descenso por la manga, para unir dos partes de una misma prenda, subir por el escote o coronar la cabeza.
Este ímpetu también fructificó en una rica muestra de encaje y en un intruso guipur, así como en fluidos vestidos de capas de desdén deshilachado, frente a las estrictas retículas de celosía en los corpiños.
GAULTIER Y SU FOLCLORE
El folclore y sus vestimentas tradicionales son, a primera vista, la antítesis de la ultramoderna pasarela, pero el ingenio de Gaultier ha conseguido reinventar los trajes regionales con una fuerte dosis de modernidad y aderezado por el "chic" parisino.
"Mi objetivo no era hacer una copia, sino hacerlo a mi manera", detalló el excéntrico creador tras un desfile cerraron las gaitas de una banda bretona.
Terciopelo negro, bordados geométricos y amarillo con tono mostaza, vertebraron una propuesta en la que Gaultier recordó las dulces crepes -típico dulce de Bretaña-, para alumbrar unas faldas compuestas por la unión de dos circunferencias que alcanzaron su máxima expresión en una prenda en origami.
Las rayas marineras encontraron su mejor escenario y aterrizaron sobre protagonistas medias "ochenteras" en una colección de abrigos y gorros para el agua.
El diseñador, que ha abandonado las pasarelas tradicionales, y desde el año pasado concentra su actividad creativa en la pasarela de alta costura, cree que fue una buena decisión. "Estoy muy contento porque puedo implicarme más en lo que hago", señaló.